Cine y psicoanálisis


Breve acercamiento a la teoría fílmica

El siglo XX comienza con dos hechos extraordinarios. Sigmund Freud publica “La interpretación de los sueños" en 1900 y se estrena el film “El viaje a la luna” de Georges Méliès en 1902. Desde entonces cine y psicoanálisis han estado relacionados. Como afirma Lacan, el sistema cinematográfico está moldeado sobre nuestro aparato psíquico.
Pero es a partir de la década del 50 cuando se empezará a estudiar con mayor profundidad todos los procesos y transferencias psíquicas que se suceden entre el espectador y la obra cinematográfica.
El cine ya definido como un dispositivo psíquico auxiliar capaz de constituirnos como sujetos y sumergirnos en las emociones que se desarrollan en sus conflictos, comienza a crear conceptos propios dentro de la teoría fílmica.



La situación cinematográfica

Es el conjunto formado por la pantalla, la sala y el espectador en los que se desenvuelven procesos como el reconocimiento y el desciframiento de lo que se está viendo, el abandono al disfrute de la historia, la identificación con los personajes de la periferia, la fantasía, la reelaboración personal.



El significado fílmico

Es lo que Edgar Morín denomina lo imaginario. Es el resultado de la simbiosis resultante entre la imágen de la pantalla y la imaginación del sujeto que la contempla. Se establece un paralelismo entre el cine y el sueño (fenómenos enunciados por la Antropología) en el que por primera vez se describe la importancia del proceso de identificación con el semejante.
Como una identificación propia a todo fenómeno psicológico subjetivo y también presente en la experiencia cinematográfica.
El espectador al no poder participar de manera real en el conflicto ofrecido por la ficción del relato, asume una situación regresiva que favorece la afloración de sus sentimientos y una participación afectiva que activa el fenómeno de la identificación con los personajes. (Edgar Morín, “El cine o el hombre imaginario”, 1956)



Psicoanálisis y la doble identificación

El espectador cinematográfico (nos explica Baudry) es sometido a una doble identificación, muy parecida a la que el sujeto sufre durante el proceso de formación de la personalidad (Lacan)
En los primeros años de su infancia el individuo no puede identificar y separar objetos y sujetos. Esta confusión no le permite diferenciar entre el yo y el otro. Luego la fase del espejo le posibilitará diferenciar entre sujetos y objetos a través de la mirada. En ese momento el bebé se descubre a sí mismo en el espejo junto al otro (la madre que lo lleva en brazos) constituyendo imaginariamente su identidad corporal.
Esta es la identificación primaria de un individuo con la imagen. Comparando este proceso con el del espectador frente a la pantalla, el cine, que es para Baundry un dispositivo de base, puede recrear la fase del espejo forzando al espectador a confirmar constantemente su papel de sujeto. Alguien que, a partir de sí, organiza el mundo y su propia experiencia. Todo lo que sucede es para su propia y original mirada.
Analogía del individuo frente al espejo y la del espectador frente a la pantalla. Analogía entre el estado de limitación motriz del niño y la relativa inmovilidad del sujeto que mira, la comodidad de la butaca, la oscuridad y aislamiento de la sala que ayudan a perder la conciencia del cuerpo.



El cine que se piensa

Deleuze nos explica que el acuerdo entre pensamiento y verdad, oculta la peligrosa afirmación de que más allá de la imposición del poder y de la ideología de turno, ninguna otra verdad tiene lugar.
No se piensa por naturaleza, hace falta un estímulo, una ruptura, algo que nos haga buscar nuevos sentidos.
Qué mejor entonces que el cine (si es bueno mejor) para crear un problema donde no lo había. Después de todo, pensar significa descubrir e inventar nuevas posibilidades de vida.